Por un Aragón independiente

 POR UN ARAGÓN INDEPENDIENTE (Andrés Castro) 

 
        La soberanía del pueblo aragonés, queremos que cristalice, en un Estado Aragonés, fruto de la voluntad popular. Ese debe ser el signo más importante para nosotros, la voluntad de ser, como signo definitorio de Aragón; un sentimiento tan fuerte, que sea capaz de ir) venciendo la estrategia del poder central dominante.
        La nación aparece, como un pueblo o conjunto de personas singularizadas, por unos modelos culturales propios, por una historia, muchas veces por una lengua, (en este sentido nuestro factor diferencial es la pervivencia de tres idiomas) los miembros de la cual, por lo menos, en sus gentes más activas, tienen bien viva la conciencia de aquella singularidad, y la voluntad de conseguir la autodeterminación, si la nación no la posee, o de robustecerla eficazmente, si ya han adquirido la forma de estado.
        Tenemos el empeño, de conseguir la autodeterminación, ya que nuestra nación no la posee, y no tenemos más remedio, que luchar por hacerlo operativo, mediante la vía posibilista. Hasta que lleguemos a la plenitud de ubicarnos en el marco de los Estados Europeos, se a de trabajar en el mundo real, buscando acuerdos de convivencia y pactos ventajosos dentro del Estado español, soluciones viables de carácter provisional, aplicables a cada momento presente. No olvidemos que en la vida de los pueblos no hay nada definitivo ni tan sólo en aquellos que gozan de soberanía plena.España ha de asumir el legitimo derecho que tiene cada pueblo a no ser asimilado por nadie, a no ser protegido, ni tutelado, ni coaccionado, ni limitado, ni dominado por ningún otro pueblo.
        A partir del Decreto de Nueva Planta, la anulación de todas las instituciones del país, la expoliación económica, y la imposición lingüística, son unas realidades, frente a las cuales hay dos actitudes: Falsificar, como lo ha hecho la historiografía o la mala fe españolista, o ignorarlas, refugiándose en amnesias bien calculadas, considerándonos muertos, enterrados. Con dichas actitudes bastardas, es cuando pueden hablar de la no existencia de la nación aragonesa. Nosotros, en contra de esos que piensan, que el pasado no admite reparación, pensamos que si, que es de justicia y responsabilidad, el intentar recuperar lo que teníamos y éramos, antes del genocidio político.
        Los que niegan la existencia aragonesa, pretenden, que la defensa y el mantenimiento de sus hechos diferenciales, hacen a Aragón un país pequeño, localista, provinciano. Hay que decirles que no es así. El hecho de haber sido históricamente, un país fronterizo, un pasadizo geográfico por donde han transitado diversas culturas; hacen de Aragón, un pueblo abierto, receptivo a las corrientes culturales, que surgieron de tanto en tanto alrededor de los países de Europa. Y no olvidemos que, para conseguir la universalidad, se ha de profundizar en aquello que constituye la peculiaridad. Ninguna persona es universal, sino es de algún lugar, si no tiene raíces en una tierra concreta, y renunciar a la propia entidad para abrirse al mundo, es falso universalismo. Los pueblos acceden a la universalidad a medida que afirman y enriquecen su personalidad.
        A España le cuesta mucho, reconocer la personalidad diferenciada, de las diversas entidades nacionales que la configuran. Y eso a sido cosa de antes y de ahora, en este particular, hoy, no se distinguen mucho los proyectos de las izquierdas o las derechas. Porque ambas contribuyen a crear un ambiente enrarecido, inquietante, en verdad no es este, el marco más idóneo para poder desarrollar una mutua sintonía intelectual, y simpatía cordial. Sintonía, que consiste en la asunción de la problemática del otro como si fuera propia. Los dos bandos españoles, siguen teniendo los mismos prejuicios, parecidas reacciones, que vienen de siglos atrás, las desconfianzas, los temores, las reticencias, las verdades a medias.
        Pero hablemos del futuro. Hoy por hoy, la Comunidad Europea deja, que sean las instituciones políticas de cada estado, las que en el marco, de sus respectivos ordenamientos jurídicos constitucionales, resuelvan los contenciosos que puedan presentarse en su seno. A los ojos de Europa, el problema que pueda existir con catalanes, vascos o aragoneses, son problemas de España que se han de dirimir en el interior del territorio estatal.
        Si la Europa comunitaria, es la Europa de los estados, y no la Europa de las naciones o de los pueblos. Si Europa se organiza en el aspecto económico, y se estructura políticamente, sobre la base de los estados. Si no quiere acoger, a aquellas naciones, que por las razones que sean, no han conseguido el grado de soberanía exigido. Entonces, no luchemos solamente, por conseguir el reconocimiento de nación, que nos merecemos por historia y voluntad de ser, sino que demos un paso más y trabajemos por crear un estado plenamente soberano.
        Tarde o temprano lo conseguiremos, en base a la discrepancia en democracia, al dialogo en libertad, la negociación permanente, Queremos nuevos vínculos entre Aragón y España, que acaben con la relación tirante, incómoda e insatisfactoria, porque se realiza, desde una posición de desventaja para nuestro país, y bajo la presión de unos poderes fácticos poco favorables a Aragón. Nuestra perspectiva es el pacto entre pueblos soberanos y libres, no por el hecho de las armas ni el terror, sino por un auténtico entendimiento. Claro que antes que pase todo esto, y para que llegue a suceder, tenemos que consolidar nuestra identidad colectiva como aragoneses, que nos llamen como quieran, región, país, nación, estado, provincia, pero ante todo, que todos los aragoneses nos creamos un país de verdad.
        Queremos aceptar el compromiso, de participar en la construcción de la Republica Aragonesa, con modos y palabras claras y serenas, con un esfuerzo (seguro que ingente) por conducir a buen puerto la vida de los individuos y las colectividades, sin resentimientos y prejuicios que atenacen la hora del dialogo y la negociación. Todo ello comporta entrar en el ámbito de una cierta mística. El término “mística”, no tiene buena prensa, pero me explicaré. Quiero decir, entrar en el círculo de la creencia, de la utopía, allá donde vive todo aquello que desborda las leyes del pragmatismo rabioso, de la inmediatez ciega y vergonzante que nos rodea. Disparar con poesía, para hacer realidad el sueño, de aquella República del barón Cosimo Piovasco di Rondò de los animales, las plantas y los hombres. Hacer realidad un país que existe entre las hileras de palabras de nuestras cartas o e-meils, y que en nuestro cerebro presentimos lejano y borroso. En definitiva trabajar por Aragón tal como decía el poeta Martí Pol para Cataluña “molt cautament i amb una gran tendresa, construim una pàtria”.
        Debemos emanciparnos, sabemos que la independencia es posible, y deseamos imaginarla y pensar, en que haremos el día después de conseguirla.